- D o m i n g o -
Vivo esperando que alguien me salve del domingo.
No sé el porqué de mi repulsión abusiva hacia el último día de la semana.
Lo recuerdo así desde pequeña.
¿Quizá algún trauma?
¿Quizá mera obsesión?
No lo sé.
Creo que en el fondo me gusta ser oscura en domingo. Me niego a creer que es un día feliz.
No puedo.
Mis planes de domingo deben tener, como mínimo, algo de cerveza.
Y entonces me acuerdo de aquellos domingos Fiorentinos.
Eran igual de oscuros, incluso más. Sobre todo en las noches eternas de invierno.
Pero tenían otro gris. Era diferente.
Recuerdo todo aquello como un sueño.
Algo que ha ocurrido en mi subconsciente. Que a veces vuelvo a soñarlo. Cuando más lo necesito, quizá.
Pero no. Todas aquellas personas me alimentaron de vivencias y experiencias.
Me otorgaron la madurez que me faltaba, a mis 21 años.
Joder, 21 años.
Y me doy cuenta que mi vida se ha ido construyendo gracias a todos ellos.
Que moriré con ellos, con todo lo que me proporcionaron: alegrías, llantos, sorpresas, madurez, experiencia ...
Qué lástima que vayamos olvidándonos. Los unos a los otros.
Que ese año de difumine y que quede todo envuelto en un mismo recuerdo.
Ese año.
Volvería a cualquiera de esos días.
A esa casa alborotada.
A esas calles estrechas.
Al color tan único de esos atardeceres.
Al alma libre y alocada, con ganas de romper (con) todo. A la que poco le importaba el día después.
A esa inconsciencia que me hizo aprender.
Los domingos eran mejores en aquella casa de 5. En la que terminábamos 12.
Creo que después de ese año, los domingos se han vuelto más insoportables, porque ahora ya se que pueden ser mejores.
Aunque igual de oscuros. Pero mejores.
Hoy vuelvo a estar preparada para otra escapada.
Para otro cambio.
Una nueva etapa.
Nuevos planes, nuevas estrategias.
Desde mi habitación, gracias a tod*s los que estuvisteis, o los que os dejasteis pasar por unos días.
Eso ya no tiene vuelta atrás.
Quizá volvamos a encontrarnos.
En domingo.
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